El color blanco de la cal enlaza una ruta, ideal para realizar en coche, plagada de pequeñas localidades enclavadas en un paraje montañoso que aúna cultura y naturaleza desde hace siglos en las provincias de Cádiz y Málaga. Un paraje pintoresco, con rincones de colores y patios singulares, que debe su nombre (Pueblos Blancos) a la costumbre de sus habitantes de encalar las fachadas de sus viviendas, en contraste con las macetas de flores de colores que pueblan balcones y ventanas. Un viaje a la primigenia Al Andalus; ya que encontramos herencia árabe en casi todos los pueblos que la conforman (Zahara, Benamahoma), donde pervive el trazada urbanístico de aquellos siglos e incluso en los oficios de la zona, que mantiene la producción de artesanía y el cultivo del aceite como ejes de su economía. ¡Arrancamos!
Una ruta por la cultura andaluza
Junto a la impronta árabe, esta ruta zigzaguea entre calzadas romanas, vestigios de bandoleros y un abundante patrimonio arqueológico. El itinerario cultural y artístico más antiguo de España lo pusieron de moda los viajeros románticos del siglo XIX, ansiosos por comprobar si las leyendas de amor, celos y pasiones de la zona eran una realidad. Una ruta que vuelve la espalda al océano y se adentra por sierras abruptas y paisajes verdes.
¿Cómo comenzar tu viaje?
Nada mejor para comenzar este viaje que el que está considerado uno de los pueblos más bonitos de España, Arcos de la Frontera, Monumento Histórico Artístico. Se asienta sobre una peña y las torres de sus iglesias marcan a esta localidad gaditana, con una plaza abierta desde donde se vislumbran las tierras bajas de Cádiz. Su casco histórico, que nos traslada a la época árabe, ha sido declarado Bien de Interés Cultural y en los paseos por sus calles nos toparemos con espectaculares miradores sobre el río Guadalete. Con una gastronomía marcada por la carne del cerdo, casonas y plazoletas escondidas, es el punto perfecto para adentrarnos en la ruta de los Pueblos Blancos.
En la serpenteante carretera nos toparemos con pueblos como Ubrique, El Bosque o Prado del Rey, donde se funden, una vez más, un patrimonio cultural inigualable, rincones repletos de historia y un entorno natural donde el turismo activo es uno de sus puntos fuertes. Son puerta de entrada al alma de la ruta , el Parque Natural de Grazalema, con el mérito de ser uno de los lugares donde más llueve de España. Esta Reserva de la Biosfera guarda uno de los tesoros biológicos más preciados de la península, el pinsapo, un abeto prehistórico, una especia única y protegida del que tan sólo quedan algunos en este aérea y en la malagueña Sierra de las Nieves.
Justo al lado del parque, se sitúa una de las paradas obligatorias de este itinerario: Zahara de la Sierra, un pueblo que se esparce junto al embalse de El Gastor y que posee, entre otras muchas joyas, un castillo de la época nazarí, el cañón La Garganta Verde o sus casas, que parecen recién salidas de la mano de un arquitecto árabe, con puertas pequeñas y ventanas enrejadas. Muy cerca, no hay que dejar de visitar El Parque Natural de Los Alcornocales, el alcornocal mas importante de la península ibérica, catalogado como ‘Una de las diez maravillas naturales de Europa’. Al norte de Grazalema, nos toparemos con localidades donde continúan entrecruzándose vestigios nazaríes y riquezas naturales, como Olvera o Setenil de las Bodegas.
Tras cruzar Benoacaz, entra en juego la provincia de Málaga y la meta de la ruta, que espera a orillas del río Guadalevín (Río de la leche para el pueblo árabe) y que atraviesa cual sable Ronda, una ciudad decorada a base de cal y piedra, con protagonismo para el Puente del Tajo, donde Ronda queda dividida en dos: la ciudad vieja y la ciudad nueva, el ´tajo´es un barranco de más de 120 metros de altura, donde la mejor forma de apreciar su majestuoasidad es verlo desde abajo, descendiendo por un sendero.
Ronda atesora retazos de todas las civilizaciones que han habitado en este rincón malagueño: celtas, visigodos, romanos, cartaginenses… de la misma época que el puente, el siglo XVII, es uno de los grandes símbolos de la ciudad, la plaza de toros, la más antigua de las que aún se utilizan para torear. Incluso para los no taurinos, su fachada neoclásica es digna merecedora de sacar la cámara de fotos. Otra visita imperdible es la Casa del Rey Moro, una mansión que data del siglo XVIII y que invita a perderse por su subterráneo, construido en el siglo XIV.
En sí, toda la ciudad cautiva al viajero con paradas como la plaza Duquesa de Parcent, el convento de Santa Isabel o la Iglesia de Santa María La Mayor, que convierten a Ronda en el perfecto punto y final de la ruta de los Pueblos Blancos.